Autor: Eduardo Sánchez
Características y causas de la distribución de la población en España.
a) Características de la
distribución
La distribución de la población española presenta fuertes desequilibrios espaciales entre áreas de concentración, que
superan claramente la media nacional
y áreas de despoblamiento, donde no se alcanzan los 25 hab/km2. Así, la distribución de la población española presenta
los siguientes rasgos.
– Las áreas de alta densidad son Madrid, la periferia peninsular, Baleares,
Canarias, Ceuta y Melilla.
– Las áreas de baja densidad, se sitúan en el interior
peninsular, correspondiendo las cifras
más bajas a algunas áreas de montaña (<10 hab/
km2).
b) Causas de la distribución
de la población
Las causas que explican
estas desigualdades en el reparto de la población son naturales e históricas.
Los
factores naturales, especialmente
el relieve y el clima, han tenido importancia en la distribución de los efectivos demográficos, sobre todo en
épocas pasadas. La población prefiere los lugares de
relieve llano y baja altitud, los
climas templados y húmedos, y los lugares con acceso al mar o a ríos. Ello
explica que las
máximas densidades se localicen en la costa, los valles fluviales y las llanuras.
Los factores históricos influyen también,
pues la distribución de la población ha variado a lo largo de la historia, en
relación con los cambios habidos en la estructura socioeconómica (procesos de
industrialización y terciarización), en el proceso de urbanización, en el
desarrollo de las infraestructuras de transporte y comunicación (que inciden en la movilidad y la accesibilidad) y en la
organización político-administrativa del territorio (divisiones
provinciales y autonómicas).
c) Causas de la
distribución actual
Los factores que explican la distribución actual de la población son el resultado de los cambios socioeconómicos ocurridos en
la época industrial y postindustrial.
En la época industrial, entre mediados del
siglo XIX y la crisis de 1975, los factores físicos perdieron importancia, en
favor de los factores humanos, como el
inicio y auge de la industrialización, el desarrollo urbano y del sistema de
transportes, y los cambios en la organización político administrativa del
territorio.
– Entre mediados del
siglo XIX y el primer tercio del siglo XX comenzaron el proceso de industrialización y la crisis de la
agricultura tradicional, motivada por el inicio de la
mecanización y por la revolución de los transportes. Esta permitió la rápida llegada de alimentos a mercados
lejanos, favoreciendo el paso de una
agricultura tradicional de policultivo orientada al mercado local, a una
nueva agricultura especializada que destinaba su producción a mercados cada vez más lejanos. Por otra parte, la
nueva división provincial del territorio, realizada en 1833, favoreció
el desarrollo de las ciudades elegidas como
capitales provinciales, que concentraron las tareas administrativas, los
nuevos sistemas de transporte y los servicios. Estas transformaciones repercutieron
en la distribución de la población:
- Aumentaron su peso
Madrid (por su papel como capital y centro financiero del estado, que estimuló su desarrollo
industrial) y las regiones periféricas, en unos casos por su alto
crecimiento natural (Galicia, Andalucía y Murcia), y en otros por la
instalación de industrias que atrajeron población (Asturias, País Vasco y
Cataluña). En cambio, las regiones del interior continuaron perdiendo
efectivos demográficos.
- La
concentración de la población en las ciudades se incrementó, especialmente
en las que recibieron
implantaciones industriales o fueron elegidas como capital provincial. Todas estas recibieron inmigrantes procedentes
del campo, que inició así un proceso de despoblamiento.
En el período comprendido entre 1960 y 1975, superada la recesión que supuso la Guerra Civil y la
posguerra, se alcanzaron los mayores desequilibrios en la distribución de la población. Los
factores principales fueron el auge industrial y
el desarrollo del turismo y de los transportes.
· Crecieron las regiones industriales
anteriores, a las que se sumaron el valle del Ebro, y
las áreas turísticas mediterráneas e insulares, gracias a las migraciones
procedentes del interior.
· Las grandes metrópolis concentraron casi en su
totalidad el desarrollo económico y
experimentaron un enorme crecimiento a costa de las migraciones procedentes del espacio rural. En
este, muchos ámbitos con condiciones físicas desfavorables quedaron
débilmente poblados y desconectados de la red de transporte y comunicaciones,
impidiéndoles alcanzar el umbral de demanda
y accesibilidad necesarios para la implantación de actividades
económicas dinamizadoras.
En la época postindustrial, a partir de la crisis de 1975 tienden a
mitigarse los
contrastes en la distribución de la población. Las causas que lo posibilitan son las repercusiones de la crisis y los nuevos
factores de desarrollo surgidos a partir de esta.
- La desindustrialización y el paro motivados por
la crisis hicieron perder su capacidad de atracción a las áreas industrializadas,
especialmente a las más duramente afectadas por ella de la cornisa
cantábrica (Asturias, Bizkaia, Guipuzkoa), que crecieron por debajo de la
media o ligeramente por encima, mientras
que las zonas tradicionalmente emigratorias del interior disminuyeron las salidas o, incluso, recibieron
inmigrantes retornados. En cambio, los nuevos factores actuales de
desarrollo, como la primacía de los servicios, la difusión espacial de la
industria y la agricultura tecnificada, apuntan a la consolidación demográfica
de Madrid, del eje mediterráneo y del valle del Ebro.
- Por otra parte, la
concentración demográfica en las grandes ciudades se ha visto frenada en favor de las ciudades medias
y pequeñas, e incluso de algunos espacios rurales. Las causas de este
hecho son de diverso tipo:
o
La
saturación de las grandes urbes y la tendencia a desconcentrar la residencia y la actividad económica hacia espacios más
baratos y menos congestionados. Este hecho
favorece especialmente a los núcleos de población situados en una posición más ventajosa en los principales ejes de
transporte y comunicación.
o La implantación y consolidación del estado de las
autonomías y la nueva orientación de las políticas de desarrollo territorial
que tratan de mitigar los desequilibrios espaciales fomentando el desarrollo
endógeno han jugado a favor de esta
tendencia equilibradora. Este hecho se está viendo favorecido por las nuevas
tecnologías de la comunicación, que posibilitan la difusión espacial de la
actividad económica y la accesibilidad, independientemente de la localización
geográfica. Gracias a ello pueden modificarse positivamente las condiciones de aislamiento de algunas zonas
rurales, rompiéndose uno de los elementos principales de su
despoblación.
Realiza un análisis de la evolución de la población española
El
gráfico muestra la evolución de la natalidad y la mortalidad en España entre
1858 y 2007, como queda reflejado en el eje inferior; es un gráfico lineal, con
una colación diferente para cada una de las líneas, que representan la
evolución de la natalidad y de la mortalidad; los datos del eje de la izquierda
son las respectivas tasas de natalidad y mortalidad, evidentemente que dadas en
tantos por mil. En él pueden diferenciarse tres etapas correspondientes con el
régimen demográfico antiguo, la transición demográfica y el régimen demográfico
moderno.
1.-
El régimen demográfico antiguo corresponde
en el gráfico al periodo entre 1858 y 1900.
1.1. La natalidad presentaba
valores elevados debido a dos causas principales. El predominio de una
economía y una sociedad rurales, en las que los hijos empezaban a
trabajar pronto ayudando en las labores del campo; eran muy baratos de mantener;
y aseguraban el porvenir de los padres, dado que no existían seguros de
accidentes, enfermedad o jubilación. Y la inexistencia de sistemas eficaces para
controlar los nacimientos. La única posibilidad era retrasar la edad del matrimonio en las coyunturas
económicas de crisis, con el consiguiente acortamiento del período fértil de la
mujer y el descenso del número de hijos.
1.2. La mortalidad
general era alta y oscilante. Sus causas eran el bajo nivel de vida y las
precarias condiciones médicas y sanitarias. La dieta alimenticia era escasa, por la baja
productividad agraria, y desequilibrada, por falta de proteínas: el pan era el alimento básico y
escaseaban la carne, la leche y los huevos. Como consecuencia, la mayoría de la población estaba malnutrida y debilitada. Las
enfermedades infecciosas transmitidas a través del aire
(tuberculosis, bronquitis, pulmonía, gripe) o del agua y los alimentos
(diarreas) tenían alta incidencia. Esta se veía favorecida por el atraso de la medicina, el desconocimiento de las vías de
transmisión de las enfermedades y la
falta de higiene privada y pública (tardío establecimiento de servicios de agua potable, alcantarillado y
recogida de basuras). A la elevada mortalidad general se sumaban
momentos de mortalidad catastrófica causada por epidemias, guerras y malas cosechas de cereales, que provocaban
la subida del precio del grano y el hambre y la muerte de quienes no
podían pagarlo.
1.3. Como consecuencia
de las altas tasas de natalidad y de mortalidad, el crecimiento natural
era bajo y presentaba oscilaciones debidas a las crisis de sobremortalidad.
2.- La
transición demográfica tuvo lugar entre 1900 y 1975.
2.1. La natalidad
descendió de forma suave y discontinua, alternando períodos de mayor
decrecimiento con otros de recuperación, en relación con los acontecimientos
históricos. En la década de 1920 la natalidad se recuperó del descenso
iniciado a principios de siglo gracias a la prosperidad económica. Entre
1930 y 1956 se reanudó el descenso. Las causas
fueron la crisis económica de 1929 y la inestabilidad
política de la
Segunda República (1931-1936); la Guerra Civil (19361939), que ocasionó subnatalidad, y la situación
de la posguerra (1940-55), que causó
el exilio de miles de personas y graves dificultades económicas derivadas de la política autárquica y del bloqueo internacional.
Todo ello impidió la recuperación de
los nacimientos que suele seguir a las guerras (excepto los años 1940-1941). La política pronatalista de Franco, que instituyó
premios de natalidad y prohibió los
anticonceptivos, no pudo compensar esta tendencia. Entre 1956-1965, tuvo
lugar una recuperación de la
natalidad que algunos autores interpretan como el baby boom posbélico
retrasado. Se debió al desarrollo económico que siguió al final del bloqueo
internacional y de la autarquía. Y, entre 1965 y 1975 (últimos años del
desarrollismo), disminuyó de nuevo el
tamaño familiar. La causa fue la consolidación de un modo de vida industrial y urbano, con graves problemas de vivienda,
que redujo el valor económico de los hijos.
2.2. La mortalidad general descendió de forma acusada y continua durante la transición
demográfica, excepto en dos únicos momentos de mortalidad catastrófica: la gripe de
1918 y la Guerra Civil.
Las causas fueron el incremento del nivel de vida y los avances médicos y
sanitarios, que redujeron los anteriores riesgos de muerte. El incremento del nivel de vida se
manifestó en la mejora de la dieta, que durante
la década de 1960 superó la malnutrición y la escasez de la posguerra; y en el crecimiento del nivel educativo y cultural, que
permitió intensificar la prevención y abandonar costumbres tradicionales
nocivas para la salud. Los avances médicos más destacados fueron las
vacunas y la comercialización de los antibióticos, que eliminaron la mortalidad
catastrófica por epidemias a partir de la de gripe de 1918 y redujeron la
incidencia de las enfermedades infecciosas. También tuvieron efectos positivos la generalización de los nacimientos en
clínicas, que disminuyó la mortalidad materna, y la extensión de la
sanidad pública (seguridad social). Los avances sanitarios consistieron en
la mejora de la higiene privada y pública (servicios urbanos de agua
potable, alcantarillado y recogida de basuras).
2.3. Como
consecuencia, el crecimiento natural de la transición fue alto, especialmente entre
1920-1965, cuando la mortalidad descendió fuertemente, mientras la
natalidad pasaba por dos máximos separados por la Guerra Civil. Desde 1965 el
crecimiento se recortó, al estabilizarse la mortalidad en cifras bajas y restablecerse el descenso de la
natalidad.
3. El régimen demográfico
actual se extiende desde 1975.
3.1. La natalidad
descendió a partir de 1975 hasta situarse en cifras bajas. En esta situación se distinguen dos
momentos.
a) Entre 1975 y 1998 tuvo lugar un
brusco descenso de los nacimientos. Así, en 1981, el
índice sintético de fecundidad alcanzó la cifra de 2,1 hijos por mujer –el límite que permite reemplazar a la
población– y continuó decreciendo hasta
alcanzar su valor mínimo en 1998 (1,24 hijos por mujer). Las causas han sido los cambios económicos y socio-culturales
sucedidos en estos años. La situación económica ha retrasado la edad del
matrimonio, con el consiguiente acortamiento
del período fértil de la mujer. Primero, como resultado de la crisis de 1975; y desde 1980 por la precariedad
laboral y el alto precio de compra y alquiler de vivienda, que dificulta la
emancipación de los jóvenes y prolonga su
formación y permanencia con los padres. La sociedad española ha experimentado cambios de mentalidad y de valores desde
la transición a la democracia (1975)
que han colaborado al descenso de la natalidad. Ha disminuido la influencia religiosa, se han despenalizado y
difundido los anticonceptivos y se ha
legalizado el aborto en ciertos supuestos. Las mujeres se han incorporado de forma creciente al trabajo fuera del hogar y
retrasan la maternidad hasta consolidar su situación laboral, de modo que la
mayoría de los nacimientos se producen
en el grupo de los 30-34 años; y muchas tienen dificultades para conciliar la
vida familiar y laboral, ante la escasez de guarderías a precios asequibles y el
mantenimiento de comportamientos sexistas en el reparto de tareas domésticas y
en el cuidado de los hijos. Estos ya no se consideran como seguro vejez de los padres, ante el progreso de la
protección social, sino que se aprecie su
formación y bienestar, por lo que se prefiere tener menos y atenderlos mejor
Además, los gastos que ocasionan y la
dedicación que requieren compiten con el
deseo de los padres de disponer de más ingresos para el consumo y de más
tiempo libre para el ocio. Por otra parte, han ganado importancia las relaciones de pareja sobre las reproductoras y de
cuidado de los hijos, y han surgido formas familiares distintas del
matrimonio y menos prolíficas (cohabitación hogares monoparentales de divorciados,
maternidad en solitario, etc.).
b) Desde 1998
hasta 2005, la natalidad ha experimentado una ligera recuperación debida a la inmigración, ya que la
población española mantiene st comportamiento
restrictivo de la natalidad. La inmigración colabora al aumento de la natalidad sobre todo por el incremento de
mujeres en edad fértil, dado que su fecundidad, inicialmente más alta,
tiende a acercarse a la española.
3.2. La mortalidad general se
mantiene en cifras bajas, aunque la tasa asciende ligeramente desde 1982
debido al envejecimiento de la población. Por tanto, se trata de un aumento
«aparente» causado por el incremento del número de ancianos, puesto que la
mortalidad real continúa descendiendo, como lo demuestra el aumento de la
esperanza de vida. Las causas de la mortalidad general han cambiado. Disminuye la importancia de las enfermedades
infecciosas y aumentan las llamadas tres “C”: enfermedades
cardiovasculares, cáncer y accidentes de carretera. Además, están creciendo las
enfermedades ligadas al envejecimiento, como el alzheimer (o demencia senil) y
las llamadas “enfermedades sociales”, relacionadas con ciertos estilos de vida
y hábitos sociales, como el alcoholismo, el tabaquismo y la drogadicción.
3.3. Como consecuencia, el crecimiento natural en el régimen
demográfico actual descendió hasta 1998,
debido a las bajas tasas de natalidad y de mortalidad. Desde entonces crece levemente, debido a la
ligera recuperación de la natalidad.
Esta situación
ocasiona un fuerte envejecimiento demográfico, que tiene como repercusiones principales la desaceleración económica y la elevación
del gasto en pensiones, sanidad y atenciones sociales a las personas
ancianas.
–
La desaceleración económica se debe a que el envejecimiento reduce la población
activa y la capacidad de innovación.
– La elevación
del gasto en pensiones procede
de su financiación y depende de las cotizaciones
de los trabajadores en activo en cada momento. Por tanto, la reducción de los activos y el aumento de pensionistas
elevan el coste de las pensiones.
– El incremento del
gasto sanitario deriva de que los ancianos consumen más medicamentos, visitas médicas y
estancias hospitalarias.
Los cuidados y
atenciones a la población anciana
elevan las cargas familiares la
demanda de residencias públicas y privadas, que actualmente son insuficientes, y la necesidad de planear para ellos
actividades que les permitan distraerse y sentirse útiles.
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